Lo que sujeta los pájaros de mi cabeza son mis manos, y con ellas creo belleza.

Enfrentarme al reto de describir mi arte y, por tanto, describirme, ha sido posiblemente, lo "menos instintivo" que he tenido que hacer en mi trayectoria artística hasta el momento. A lo mejor, es por eso de que mi cabeza siempre está llena de pájaros.

Pinto desde que tengo uso de razón. Cuando me han preguntado por qué pinto, o qué busco en el proceso creativo, creo que la respuesta fundamental siempre es la misma, pinto porque me hace sentir bien. A menudo, no sé lo que estoy buscando en el lienzo, no tengo una idea preconcebida sobre lo que voy a crear. Todo parte de una experiencia. Lo que he vivido, los lugares que he visitado, la comida que he probado, de alguna manera, pasa a través de mí, y encuentra en la materialidad de la obra un vehículo de expresión perfecto, que con total libertad, deja fluir esos estímulos que habían quedado guardados. Así, entiendo, que el hilo conductor de mi arte, es la propia vida.

Por otro lado, en el aspecto formal de mi obra, encuentro la continuidad visual en el trazo, así como en la búsqueda inconsciente de la armonía y el equilibrio de las partes. Existe entre ellas una dicotomía, un balance de pesos y jerarquías, generando una tensión visual cargada de dinamismo y movimiento. Del mismo modo, se puede apreciar en la obra la dualidad entre la mancha de color y el blanco, que de alguna manera representan el volumen y el vacío.

Me gusta pensar que cuando la obra encuentra el espacio al que pertenece lo convierte, transformándolo. Trasladando la interacción que tiene lugar dentro de ella, al espacio que la acoge.

Cristina Weil